La pena del arbitraje


Cada vez que voy a un torneo de judo me doy cuenta de lo poco agradecido que es ser árbitro. Alguna vez cuando he hecho los cursos y cuando he tratado de serlo yo también, me he dado cuenta de que es una de las figuras peor valoradas.
Mucha gente se pregunta el porqué de la escasez de miembros en el colectivo arbitral y a muchos otros se les llena la boca desde fuera demandando profesionalidad, porque los árbitros “no tienen ni p... idea” y que tienen que entrenar más y blablabla.
La gente sigue comportándose en las gradas y en las sillas de entrenador como verdaderos hooligans, echando la vista atrás hago memoria y me avergüenzo de mis propios comportamientos, quizá yo he sido el peor crítico de este estamento.
Tampoco estoy aquí defendiendo que todos los que se dedican al tema en cuestión sean unos santos varones y santas mujeres o infalibles, pero lo que sí debo añadir es que tienen un mérito digno de halago.
Sentado en la grada del pabellón de los Remedios, el sábado pasado, he visto y oído cosas que clamaban al cielo.
Uno puede tener toda la razón del mundo, que cuando protesta como un energúmeno, o insulta a los árbitros o les falta al respeto, ya la pierde de un plumazo. Algunos otros siguen comportándose de modo que demuestran que tienen ganas de que retiren otra vez las sillas a los entrenadores, porque si no, no me explico.
Y en las gradas... sintiendo vergüenza ajena, sigues escuchando perlitas del estilo: “yo no tengo mucha idea, pero a ese árbitro había que darle una paliza”, o “que no vuelva a arbitrar jamás” y ante este tipo de “lumbreras” lo que me da por pensar es que cuánto talento hay desperdiciado en las gradas, pena que todos esos señores y señoras que hablaban a dos carrillos no se pusieran el traje y se enfrentasen a esa labor tan poco valorada y dejasen de pensar que los árbitros son los malos y además tienen la poca vergüenza de lucrarse, como si estuviesen enriqueciéndose a base de grandes emolumentos, cuán diferente es la realidad.
La mayoría de los críticos irracionales, no conocen el reglamento, no saben lo difícil que es acertar siempre a la primera, no entienden que como árbitro te dé igual quién gane, y que cuando animas a alguien, siempre te parece que debería haber ganado, no es lo mismo ver una técnica en una fracción de segundo y dar una respuesta sin equivocarse que hacerlo detrás de un vídeo e incluso a veces en una grada y con perspectiva y sin ningún tipo de presión externa.
Como sigamos así, vamos a tener que traer a los árbitros de fuera.

elo